Skip to content
Home » Vida de perros (2007) (coautor), poesía

Vida de perros (2007) (coautor), poesía

Logroño, Editorial 4deagosto

Vida de perros es una colección de poemas dedicados al perro, otra manera de homenajear a ese «mejor amigo» como tantas veces hizo la Antología palatina hace dos mil años, un libro que nació de una idea del periodista y escritor riojano Diego Marín.

Antonio Gala, Carlos Bousoño, Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena, Dionisio Cañas, Roger Wolfe, Juan Carlos Suñén, Manuel Quiroga, Andrés Neuman, José Saramago, Francisco Brines, Leopoldo María Pauero, Félix de Azúa, Roger Wolfe, Jesús Hilario Tundidor, Vicente Gallego, Antonio Carvajal, Carlos Marzal, José Corredor-Matheos, Antonio Orihuela, Manuel Vilas, Jorge Riechmann, Jesús Munárriz, Ángel Petisme, Jenaro Talens, Andrés Trapiello, José Verón, Ángela Vallvey, Ramón Mayrata, Ángel Guinda, Juan Antonio González-Iglesias o J. L. Gracia Mosteo…, son algunos de los poetas.

Fragmento

«Perros arrimados a árboles (genealógicos)»

De siempre, perros y árboles han mantenido una relación de amistad y alivio. Sin embargo, el snobismo y tal vez la industria de comida canina han primado la selección y hoy hay perros cuyos árboles genealógicos son más frondosos que aquellos de los hombres bajo los que se cobijan.

Padres, abuelos, bisabuelos… Ahí, como mucho, acaba el conocimiento de nuestros antepasados. Ángel González escribió: «Para que yo me llame Ángel González, / para que mi ser pese sobre el suelo, / fue necesario un ancho espacio / y un largo tiempo: / hombres de toda mar y toda tierra, / fértiles vientres de mujer y cuerpos / y más cuerpos, fundiéndose incesantes / en otro cuerpo nuevo». Ahí se quedaba el bueno de Ángel: en la suma gozosa de los cuerpos. Hay perros, sin embargo, que pueden presumir de quienes fueron sus más lejanos ancestros: Toby, hijo de Laika; nieto de Lassie; bisnieto de Rin Tin Tin; tataranieto de Cancerbero… He ahí una dinastía: el pedigrí. Son perros con blasones. Perros más caros que sus collares. Perros hechos de la materia de los sueños de sus amos. De las pesadillas de los perros callejeros.

Hay amos que son como perros: caballunos, de dientes amarillos, piel bruñida  y manos pecotosas… Te demuestran sin pedirlo que vienen de los godos y concursan en órdenes y capítulos. A veces, incluso, ganaron título: el linaje. Son amos de habla gangosa y soberbia pagada  que disfrutan de lo que otros consiguieron y, sin embargo, piden admiración. Como los perros, suelen tener largos apellidos. Algunos, los de peor memoria, son incluso tratables. Pero son los menos. La democracia los arrinconó (Rubén Darío sólo creía en la aristocracia de la inteligencia: no es el único) y ya sólo brillan en los salones trasnochados y los concursos hípicos pues gustan de ser paseados entre los árboles (genealógicos) y los setos (democráticos) donde a menudo tropiezan. Hay amos que ladran (¿han oído las arengas de Hitler?) y perros que hablan (Cipión y Berganza, por ejemplo.) Hay perros y perros. Uno prefiere a los callejeros. Animales iguales a cualquier otro, felizmente sin historia y que pueden presumir de la única nobleza verdadera: la del corazón.  Porque ya todos sabemos que los mejores perros  no tienen por qué ser los más historiados. Hay amos y amos. Cuánto más pura la raza, cuánto menos mezclados, más perrunos: el mundo es felizmente mestizo. Por eso uno se asombra de la obsesión de ciertos amos que eligen siempre carísimos perros que no valen tanto como el ostentoso collar de su pedigrí. Y es que hay  amos y perros. Por eso, me confundo fácilmente cuando alguien se manda hacer el árbol genealógico y pienso en qué concurso canino irá a participar.

J. L. Gracia Mosteo